Sebastian Kneipp
Las rosaledas, además de proporcionarnos un agradable paseo, son buenos muestrarios a la hora de elegir rosales para nuestros jardines privados. Es lo que me ocurrió con Sebastian Kneipp: tanto me gustó que la misma temporada lo pedí a un vivero holandés. Pasados tres años desde que lo planté, el arbusto se ha desarrollado en plenitud y en muchas mejores condiciones que su análogo en el Parc Cervantes. En la jardinería pública creo que podan todos los rosales de un mismo modo, sin distinguir clases, razón por la cual algunos tienen un aspecto pobrísimo o desmadrado. Por suerte, son problemas que, en nuestra casa y con observación, son fácilmente salvables.
Según la información de Kordes Rosen, es un rosal hibridado en 1996, con un ancho de 50 y una altura de 120 centímetros. Estos datos se alejan de la realidad en un clima más cálido, ya que alcanza hasta unos dos metros de altura. Precisamente este vigor, unido al peso de las flores, propicia que el arbusto se incline demasiado si no cuenta con un poco de soporte. En relación con la resistencia a los hongos, Kordes no miente. Este año, entre unas cosas y otras, me he decidido a no tratar la mayoría de mis rosales. Siendo un año propicio para el florecimiento de toda clase de manchas negras, royas y oídos, el número de hojas infectadas ha sido muy bajo. No cabe esperar menos de un rosal alemán, ya que por lo general, tanto Kordes como Tantau, prueban muy bien rus rosales antes de sacarlos al mercado.
Kordes califica este rosal de híbrido de té nostálgico, aunque por sus dimensiones y la forma de florecer, generalmente en ramillete, tampoco desentonaría como arbustivo. Los pétalos, sustanciosos y con tonos entre crema y carne, aparecen inicialmente en capullos ligeramente apuntados e imbricados y terminan su desarrollo formando una amplica roseta repleta de pétalos. A diferencia de otras rosas de estilos retro, Sebastian Kneipp no me da ninguna sensación de acartonamiento.
El perfume de Sebastian Kneipp embriaga. Es el mejor anisado de mi jardín, junto con un rosal de Austin de los descatalogados, Cymbelene. Muchas rosas de Austin huelen a anís pero en coupage con otros matices, ya sean de té, frutas o almizcle. En cambio Sebastian Kneipp huele nítidamente anisado, dulce y balsámico. La fragancia casa totalmente con el nombre del personaje al que hace honor,uno de los pioneros de la medicina naturista.
"Una rosa es una rosa es una rosa". Gertrude Stein.
Comentarios
Me ha encantado tu Sebastian, en especial la cuarta foto. Ya sabes que tengo predilección por los tonos pastel para rosales de jardín.
Da la sensación de que se trata de una flor duradera, ¿es así?.
Bicos.
No deja de hacérseme raro el olor a anís en una rosa. Debe ser estupendo.
Saludos
para ser un color pastel que raro que no acabe blanco, o casi, en su madurez con nustros calores ¿no?
ese detalle del olor a anís me intriga ya lo tengo apuntado ;) a ver si por casualidad lo descubriera en la rosaleda... sería genial, habían un montón de kordes...
Gracias Josep!!
Iolanda, ahora que han subido las temperaturas sí que quedan algo más blancas al terminar de abrirse. Es buena idea, cuando pases por alguna rosaleda que intentes oler alguna de estas rosas con olor balsámico. Te cito alguna más: De Meilland, Paul Ricard (aunque la arranqué por pobre), de Austin, Cymbelene, Fair Bianca... En cambio, Constance Spry, que se supone que es la madre del olor a mirra, no me huele anisada en absoluto, huele igual que Belle Isis de la que desciende, pero no a anís. En fin, ya podemos seguir discutiendo un rato de mirras y olores :) .
Alba, me alegra saludarte.